A lo largo del tiempo, algunos productos han recorrido caminos sorprendentes. Uno de ellos es el popper España, una sustancia que muchos asocian exclusivamente con el mundo de la fiesta o con la cultura LGBTQ+, pero que tiene una historia profunda, médica, militar y social que merece ser contada con rigor.
Este artículo busca ofrecerte una mirada clara y detallada sobre la historia del popper, desde sus orígenes químicos hasta su uso moderno como sustancia recreativa, pasando por su papel en la medicina, su reconversión como aromatizante, y su impacto cultural.
¿Qué es el popper?
El término “popper” se refiere a un grupo de sustancias químicas conocidas como nitritos de alquilo, que incluyen el nitrito de amilo, isobutilo, isopropilo y pentilo.
Son líquidos volátiles, incoloros, con un olor penetrante y muy característico. Su forma más común de uso es por inhalación, lo que produce una reacción vasodilatadora casi inmediata, acompañada de sensaciones de euforia, calor, relajación muscular y mareo leve.
Origen químico: entre tubos de ensayo y medicina
La historia del popper se remonta a 1844, cuando el químico francés Antoine-Jérôme Balard sintetizó por primera vez el nitrito de amilo.
Sin embargo, su uso clínico no llegó hasta 1867, cuando el médico escocés Sir Thomas Lauder Brunton comenzó a utilizarlo como tratamiento para la angina de pecho.
Gracias a su capacidad de dilatar las arterias coronarias, el nitrito de amilo ofrecía alivio inmediato a pacientes con problemas cardíacos.
Durante décadas, el popper fue parte del botiquín de emergencia, especialmente por su efecto como antídoto para la intoxicación por cianuro, ya que inducía la formación de metahemoglobina, sustancia capaz de neutralizar el veneno.
¿Por qué se llama “popper”?
El nombre proviene del característico “pop” que hacían las ampollas de vidrio cuando se rompían para liberar el compuesto, antes de ser inhalado. Este sonido se volvió tan representativo que dio nombre popular al producto.
Del hospital al underground: la explosión cultural del popper
A partir de 1950, el popper comenzó a salir de los círculos médicos para infiltrarse en el mundo del espectáculo británico.
Su fama creció rápidamente, y en los años 60 y 70, su consumo se extendió en la comunidad gay de ciudades como San Francisco y Nueva York.
Esta etapa marcó un antes y un después. El popper ya no era solo un medicamento: se convertía en un símbolo de libertad sexual y en un acompañante frecuente de la cultura disco.
En clubes y fiestas, se inhalaba para intensificar la experiencia sensorial, especialmente en encuentros íntimos.
De la guerra a la prohibición: Vietnam y la era del control
Durante la Guerra de Vietnam, se propuso comprar popper como una ayuda para que los soldados pudieran respirar mejor en medio del humo.
Sin embargo, sus efectos secundarios eufóricos y sexuales captaron rápidamente la atención de los militares. A su regreso, muchos veteranos continuaron consumiéndolo, lo que disparó su popularidad en EE.UU.
Ante la explosión de la demanda, la FDA (Food and Drug Administration) intervino y en 1969 prohibió su uso libre, permitiéndolo solo bajo prescripción médica.
Pero esto no frenó su circulación. Las empresas comenzaron a vender versiones reformuladas como «limpiadores de cuero», «ambientadores» o «limpiadores de vinilos», saltándose la legalidad con un simple cambio de etiqueta.
Ingeniería química y astucia legal
En respuesta a las restricciones, surgieron nuevas variantes como el nitrito de butilo y el nitrito de isopropilo, más fáciles de producir y distribuir legalmente.
Se comercializaban bajo nombres como Locker Room, y eran vendidos en tiendas especializadas, discotecas y a través de revistas dirigidas al público gay.
En los años 80, el popper ya era un fenómeno global, mencionado incluso en películas como Cruising (1980), protagonizada por Al Pacino.
La industria generaba millones de dólares anuales solo en EE.UU., y aunque el producto seguía sin aprobación médica, se mantenía presente en la vida nocturna y la cultura urbana.
El popper en Europa y el mundo
En Reino Unido, Francia y otros países europeos, el popper siguió caminos similares: prohibiciones temporales, ajustes legales, reaprobaciones y debates sanitarios.
En Francia, por ejemplo, los nitritos de alquilo fueron prohibidos entre 1990 y 2007, luego permitidos, prohibidos nuevamente entre 2011 y 2013, y finalmente legalizados otra vez bajo condiciones.
Hoy en día, en gran parte de Europa, el popper es legal si se comercializa como aromatizador. En Asia y Oceanía, su venta es más limitada, e incluso prohibida en algunos países.
Riesgos reales y mitos comunes
El uso de popper no está exento de controversia. Si bien muchos estudios lo sitúan entre las sustancias menos dañinas en comparación con otras drogas recreativas, hay riesgos asociados:
- Mareos y dolores de cabeza.
- Irritación de mucosas.
- Riesgo de metahemoglobinemia (alteración de la sangre) en casos extremos.
- Problemas de visión (descritos en The New England Journal of Medicine).
- Interacciones peligrosas con medicamentos vasodilatadores (como el sildenafilo/Viagra).
- Efectos cardiovasculares en personas con problemas previos.
Además, hay que tener cuidado con la forma de consumo: si el líquido entra en contacto con la piel o se ingiere accidentalmente, puede ser altamente tóxico.
Una reflexión necesaria
Más allá de su uso recreativo, el popper también ha sido utilizado como limpiador de cuero, de juguetes sexuales o incluso de vinilos.
Estas aplicaciones comerciales existen y refuerzan la necesidad de estar informados sobre qué tipo de sustancia es, cómo se comercializa y cuál es su verdadero trasfondo.
Al final del día, informarse es también una forma de protegerse, de eliminar estigmas y de tomar decisiones más conscientes.
Más que una “droga del placer”
La historia del popper es un ejemplo claro de cómo una sustancia puede tener usos médicos, recreativos y culturales a lo largo del tiempo.
Nació como un vasodilatador en el siglo XIX, pasó por hospitales, trincheras, discotecas y tribunales, y hoy sigue siendo parte de debates sobre legalidad, salud pública y cultura sexual.
No se trata solo de una “droga” ni de un “químico de fiesta”. Se trata de un elemento histórico, vinculado con movimientos sociales, avances científicos y contextos culturales específicos.
Conocer su historia es, en definitiva, una manera de entender mejor nuestra sociedad, nuestras libertades y nuestros riesgos.



